jueves, 5 de enero de 2012

Ser



por Guillermo Vega Zaragoza

Dice Alejandro Jodorowsky: “Yo no sé lo que soy, pero si sé que soy lo que soy”. La cuestión aquí es: ¿Cómo se llega a “ser”?

Al principio, uno no tiene mucha idea de lo que es y mucho menos de lo que quiere llegar a ser.

La gran mayoría de las veces uno nada más “es”. Y se hace lo que le dicen a uno que debe hacer: estudia, trabaja, búscate novia, cásate, procrea, cómprate una casa, muérete…

Muy pocas personas en realidad se hacen en su vida alguna pregunta vital verdaderamente importante: ¿Quién soy?, ¿por qué estoy aquí?, ¿a dónde voy?, ¿de dónde vengo? Y al parecer son felices así. Nacen, crecen, se reproducen y mueren sin mayor problema.

Pero hay otras personas —entre las que me incluyo— que desde muy jóvenes se la pasan cuestionándose y cuestionando todo: a sus padres, a sus maestros, a la sociedad, a Dios.

Y hay otros, los menos —y también me incluyo—, que desde muy pequeños tienen —sienten, sentimos— la certeza de lo que quieren “ser” en la vida: futbolistas, bomberos, astronautas, músicos, actores, escritores, ingenieros, matemáticos… Si siguen esa certeza (llamémosle vocación, a falta de un término mejor) y logran ser lo que están llamados a ser, son afortunados; me atrevería a decir que muy afortunados.

El problema empieza cuando las circunstancias, el entorno, la vida, uno mismo, representan un obstáculo para realizar eso que queremos y sentimos que estamos llamados a “ser”.

A veces estas circunstancias o los miedos que uno tiene o que le siembran desde pequeño, nos impiden “ser”… y ahí empieza o acaba la infelicidad, la insatisfacción, la frustración: “Es que si yo hubiera tenido la oportunidad…”, “Es que si yo no hubiera tenido que trabajar desde chico…”, “Es que si yo no me hubiera embarazado…”

Bah, paparruchas. El hubiera es el tiempo favorito de los pusilánimes, de los cobardes, de los pendejos. El hubiera es un tiempo que no existió ni existe ni existirá.

Desde luego, nadie está exento de equivocarse, de regarla, de cagarla. Es más, es la única manera en que se aprende: cometiendo errores. Porque los únicos que no se equivocan son los que no hacen nada, los que no se atreven. Si haces algo, es muy probable que falles, pero de igual manera es muy posible que triunfes, que logres lo que quieres.

Llegamos a la palabrita: “el triunfo”, “el éxito”. ¿Qué significa tener “éxito”? Depende de lo que quieras. Hay cosas que se pueden lograr porque dependen de uno, pero hay otras que no, que ya son así y no las puedes cambiar. Por ejemplo, tu estatura, o tus rasgos físicos, o el color de tu piel (bueno, ya se sabe que hay cirugías y tratamientos, pero no siempre se puede; si no, pregúntenle a Michael Jackson). Pero hay otras que sólo dependen de ti: bajar de peso, dedicarte a lo que quieres, conseguir un mejor trabajo, tener una buena relación con tu familia, tener una pareja, etcétera. Es decir, si estás gordo, si te sientes solo, si no soportas a tu jefe, si no encuentras una pareja, si tu matrimonio es un asco, no es culpa de nadie más que tuya.

Si para ti tener éxito es tener mucho dinero y pudiendo tenerlo (es decir, estando bien de tus facultades mentales, sin ningún problema físico) no lo tienes, entonces no sólo eres un fracasado sino además eres un pendejo. Si lo que quieres es tener una pareja y no la tienes, igual. Si lo que quieres es tener otra vida diferente a la que tienes y no lo consigues, lo mismo. Si no tienes la determinación, la valentía, el coraje, para hacer lo que quieres, entonces no te quejes ni le eches la culpa a los demás.

Mira: la mejor prueba de que cualquiera puede lograr lo que quiera si se lo propone es Vicente Fox, quien demostró que un verdadero pendejo e ignorante puede llegar a ser presidente de un país. La diferencia es que él se lo propuso, perseveró, se sobrepuso a sus limitaciones y tuvo éxito (aunque haya decepcionado a todos los que creyeron en él, pero eso es otro asunto).

Uno de los más grandes críticos literarios de la primera mitad del siglo XX, Cyril Connolly escribió: “El secreto de la felicidad (y, por consiguiente, del éxito) consiste en hallarse en armonía con la existencia, en estar siempre sereno, siempre lúcido, siempre dispuesto, ‘en sentirse unido al universo sin más conciencia de ello que un idiota’, en dejar que cada día la ola de la vida nos lleve un poco más adentro en la playa”.

¿Quieres tener “éxito”? Sé lo que eres, lo que estás llamado a “ser”. Pero primero tienes que descubrirlo. Y empeñarte, trabajar, perseverar en serlo, sin distracciones, sin importarte lo que digan los demás y, sobre todo, sin justificarte ni poner pretextos.

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