por
Guillermo Vega Zaragoza
Dice
Alejandro Jodorowsky: “Yo no sé lo que soy, pero si sé que soy lo que soy”. La
cuestión aquí es: ¿Cómo se llega a “ser”?
Al
principio, uno no tiene mucha idea de lo que es y mucho menos de lo que quiere
llegar a ser.
La
gran mayoría de las veces uno nada más “es”. Y se hace lo que le dicen a uno
que debe hacer: estudia, trabaja, búscate novia, cásate, procrea, cómprate una
casa, muérete…
Muy
pocas personas en realidad se hacen en su vida alguna pregunta vital
verdaderamente importante: ¿Quién soy?, ¿por qué estoy aquí?, ¿a dónde voy?,
¿de dónde vengo? Y al parecer son felices así. Nacen, crecen, se reproducen y mueren sin mayor
problema.
Pero
hay otras personas —entre las que me incluyo— que desde muy jóvenes se la pasan
cuestionándose y cuestionando todo: a sus padres, a sus maestros, a la
sociedad, a Dios.
Y
hay otros, los menos —y también me incluyo—, que desde muy pequeños tienen
—sienten, sentimos— la certeza de lo que quieren “ser” en la vida: futbolistas,
bomberos, astronautas, músicos, actores, escritores, ingenieros, matemáticos…
Si siguen esa certeza (llamémosle vocación, a falta de un término mejor) y
logran ser lo que están llamados a ser, son afortunados; me atrevería a decir
que muy afortunados.
El
problema empieza cuando las circunstancias, el entorno, la vida, uno mismo,
representan un obstáculo para realizar eso que queremos y sentimos que estamos
llamados a “ser”.
A
veces estas circunstancias o los miedos que uno tiene o que le siembran desde
pequeño, nos impiden “ser”… y ahí empieza o acaba la infelicidad, la
insatisfacción, la frustración: “Es que si yo hubiera tenido la oportunidad…”,
“Es que si yo no hubiera tenido que trabajar desde chico…”, “Es que si yo no me
hubiera embarazado…”
Bah,
paparruchas. El hubiera es el tiempo favorito de los pusilánimes, de los
cobardes, de los pendejos. El hubiera es un tiempo que no existió ni existe ni
existirá.
Desde
luego, nadie está exento de equivocarse, de regarla, de cagarla. Es más, es la
única manera en que se aprende: cometiendo errores. Porque los únicos que no se
equivocan son los que no hacen nada, los que no se atreven. Si haces algo, es
muy probable que falles, pero de igual manera es muy posible que triunfes, que
logres lo que quieres.
Llegamos
a la palabrita: “el triunfo”, “el éxito”. ¿Qué significa tener “éxito”? Depende
de lo que quieras. Hay cosas que se pueden lograr porque dependen de uno, pero
hay otras que no, que ya son así y no las puedes cambiar. Por ejemplo, tu
estatura, o tus rasgos físicos, o el color de tu piel (bueno, ya se sabe que
hay cirugías y tratamientos, pero no siempre se puede; si no, pregúntenle a Michael
Jackson). Pero hay otras que sólo dependen de ti: bajar de peso, dedicarte a lo
que quieres, conseguir un mejor trabajo, tener una buena relación con tu
familia, tener una pareja, etcétera. Es decir, si estás gordo, si te sientes
solo, si no soportas a tu jefe, si no encuentras una pareja, si tu matrimonio
es un asco, no es culpa de nadie más que tuya.
Si
para ti tener éxito es tener mucho dinero y pudiendo tenerlo (es decir, estando
bien de tus facultades mentales, sin ningún problema físico) no lo tienes,
entonces no sólo eres un fracasado sino además eres un pendejo. Si lo que
quieres es tener una pareja y no la tienes, igual. Si lo que quieres es tener
otra vida diferente a la que tienes y no lo consigues, lo mismo. Si no tienes
la determinación, la valentía, el coraje, para hacer lo que quieres, entonces
no te quejes ni le eches la culpa a los demás.
Mira:
la mejor prueba de que cualquiera puede lograr lo que quiera si se lo propone
es Vicente Fox, quien demostró que un verdadero pendejo e ignorante puede
llegar a ser presidente de un país. La diferencia es que él se lo propuso,
perseveró, se sobrepuso a sus limitaciones y tuvo éxito (aunque haya
decepcionado a todos los que creyeron en él, pero eso es otro asunto).
Uno
de los más grandes críticos literarios de la primera mitad del siglo XX, Cyril Connolly
escribió: “El secreto de la felicidad (y, por consiguiente, del éxito) consiste
en hallarse en armonía con la existencia, en estar siempre sereno, siempre
lúcido, siempre dispuesto, ‘en sentirse unido al universo sin más conciencia de
ello que un idiota’, en dejar que cada día la ola de la vida nos lleve un poco
más adentro en la playa”.
¿Quieres
tener “éxito”? Sé lo que eres, lo que estás llamado a “ser”. Pero primero
tienes que descubrirlo. Y empeñarte, trabajar, perseverar en serlo, sin
distracciones, sin importarte lo que digan los demás y, sobre todo, sin
justificarte ni poner pretextos.
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