lunes, 2 de abril de 2012

Un relato familiar

Un Padre de Familia.
Antón Chéjov

Lo que voy a referir sucede generalmente después de una pérdida al juego o una borrachera o un ataque de catarro estomacal. Stefan Stefanovitch Gilin se despierta de muy mal humor. Refunfuña, frunce las cejas, se le eriza el pelo; su rostro es cetrino; diríase que lo han ofendido o que algo le inspira repugnancia. Se viste despacio, bebe su agua de Vichy y va de una habitación a otra.
—Quisiera yo saber quién es el animal que nos cierra las puertas. ¡Que quiten de ahí ese papel! Tenemos veinte criados, y hay menos orden que en una taberna. ¿Quién llama? ¡Que el demonio se lleve a quien viene!
Su mujer le advierte:
—Pero si es la comadrona que cuidaba a nuestra Fedia.
—¿A qué ha venido? ¿A comer de balde?
—No hay modo de comprenderte, Stefan Stefanovitch; tú mismo la invitaste, y ahora te enfadas.
—Yo no me enfado; me limito a hacerlo constar. Y tú, ¿por qué no te ocupas en algo? Es imposible estar sentado, con las manos cruzadas y disputando. Estas mujeres son incomprensibles. ¿Cómo pueden pasar días enteros en la ociosidad? El marido trabaja como un buey, como una bestia de carga, y la mujer, la compañera de la vida, permanece sentada como una muñequita; no se dedica a nada; sólo busca la ocasión de querellarse con su marido. Es ya tiempo de que dejes esos hábitos de señorita; tú no eres una señorita; tú eres una esposa, una madre. ¡Ah! ¿Vuelves la cabeza? ¿Te duele oír las verdades amargas?
—Es extraordinario. Esas verdades amargas las dices sólo cuando te duele el hígado.
—¿Quieres buscarme las cosquillas?
—¿Dónde estuviste anoche? ¿Fuiste a jugar a casa de algún amigo?
—Aunque fuera así, nadie tiene nada que ver con ello. Yo no debo rendir cuentas a quienquiera que sea. Si pierdo, no pierdo más que mi dinero. Lo que se gasta en esta casa y lo que yo gasto a mí pertenecen. ¿Lo entiende usted?, me pertenece.
En el mismo tono prosigue incansablemente. Pero nunca Stefan Stefanovitch aparece tan severo, tan justo y tan virtuoso como durante la comida, cuando toda la familia está en derredor suyo. Cierta actitud se inicia desde la sopa. Traga la primera cucharada, hace una mueca y cesa de comer.
—¡Es horroroso! —murmura—; tendré que comer en el restaurante.
—¿Qué hay? —pregunta su mujercita—. La sopa, ¿no está buena?
—No. Hace falta tener paladar de perro para tragar esta sopa. Está salada. Huele a trapo. Las cebollas flotan deshechas en trozos diminutos semejantes a insectos... Es increíble. Amfisa Ivanova —exclamó dirigiéndose a la comadrona—. Diariamente doy una buena cantidad de dinero para los víveres; me privo de todo, y vea cómo se me alimenta. Seguramente hay el propósito de que deje mi empleo y que yo mismo me meta a guisar.
—La sopa está hoy muy sabrosa —hace notar la institutriz.
—¿Sí? ¿Le parece a usted? —replica Gilin, mirándola fijamente—. Después de todo, cada uno tiene su gusto particular; y debo advertir que nuestros gustos son completamente diferentes. A usted, por ejemplo, ¿le gustan los modales de este mozuelo?
Gilin, con un gesto dramático, señala a su hijo y añade:
—Usted se halla encantada con él, y yo simplemente me indigno.
Fedia, niño de siete años, pálido, enfermizo, cesa de comer y abate los ojos. Su cara se pone lívida.
—Usted —agrega Stefan Stefanovitch— está encantada; mas yo me indigno de veras. Quién lleva la casa lo ignoro; mas me atrevo a pensar que yo, como padre que soy, conozco mejor a mi hijo que usted. Observe usted, observe cómo se sienta. ¿Son esos los modales de un niño bien criado? ¡Siéntate bien!
Fedia levanta la cabeza, estira el cuello y se figura estar más derecho. Sus ojos se inundan de lágrimas.
—¡Come! ¡Toma la cuchara como te han enseñado. ¡Espera! Yo te enseñaré lo que has de hacer, mal muchacho. No te atreves a mirar. ¡Mírame de frente!
Fedia procura mirarlo de frente; pero sus facciones tiemblan y las lágrimas afluyen a sus ojos con mayor abundancia.
—¡Vas a llorar! ¿Eres culpable y aun lloras? Colócate en un rincón, ¡bruto!
—¡Déjale, al menos, que acabe de comer! —interrumpe la esposa.
—¡Que se quede sin comida! Gaznápiros de esta especie no tienen derecho a comer.
Fedia, convulso y tembloroso, abandona su asiento, y se sitúa en el ángulo de la pieza.
—Más te castigaré todavía. Si nadie quiere ocuparse de tu educación, soy yo quien se encargará de educarte. Conmigo no te permitirás travesuras, llorar durante la comida, ¡bestia! Hay que trabajar; tu padre trabaja; tú no has de ser más que tu padre. Nadie tiene derecho a comer de balde. Hay que ser un hombre.
—¡Acaba, por Dios! —implora su mujer, hablando en francés—. No nos avergüences ante los extraños. La vieja lo escucha todo y va a referirlo a toda la vecindad.
—Poco me importa lo que digan los extraños —replica Gilin en ruso—. Amfisa Ivanova comprende bien que mis palabras son justas. ¿Te parece a ti que ese ganapán me dé muchos motivos de contentamiento? Oye, pillete, ¿sabes tú cuánto me cuestas? ¿Te imaginas que yo fabrico el dinero, o que me lo dan de balde? ¡No llores! ¡Cállate ya! ¿Me escuchas, o no? ¿Quieres que te dé de palos? ¡Granuja!...
Fedia lanza un chillido y solloza.
—Esto es ya imposible —exclama la madre, levantándose de la mesa y arrojando la servilleta—. No podemos comer tranquilamente. Los manjares se me atragantan.
Se cubre los ojos con un pañuelo y sale del comedor.
—¡Ah!, la señora se ofendió —dice Gilin sonriendo malévolamente—. Es delicada, en verdad, lo es demasiado. ¡Ya lo creo, Amfisa Ivanova! No le gusta a la gente oír las verdades. ¡Seré yo quien acabe por tener la culpa de todo!
Transcurren algunos minutos en completo silencio. Gilin advierte que nadie ha tocado aún la sopa; suspira, se fija en la cara descompuesta y colorada de la institutriz, y le pregunta:
—¿Por qué no come usted, Bárbara Vasiliena? ¡Usted también se habrá ofendido, seguramente! ¿La verdad no es de su agrado? Le pido mil perdones. Yo soy así. Me es imposible mentir. Yo no puedo ser hipócrita. Siempre digo la verdad lisa y llana. Pero noto que aquí mi presencia es desagradable. Cuando yo me hallo presente, nadie se atreve a comer ni a hablar. ¿Por qué no me lo hacen saber? Me marcharé...; me voy...
Gilin se pone en pie, y con aire importante se dirige a la puerta. Al pasar frente a Fedia, que sigue llorando, se detiene, echando atrás la cabeza con arrogancia, y pronuncia estas frases:
—Después de lo ocurrido, puede usted recobrar su libertad. No me interesaré más por su educación. Me lavo las manos. Le pido perdón si, ansiando con toda mi alma su bien, le he molestado, así como a sus educadores. Al mismo tiempo declino para siempre mi responsabilidad por su porvenir.
Fedia solloza con más fuerza. Gilin, cada vez más importante, vuelve la espalda y se retira a una habitación.
Dormido que hubo la siesta, los remordimientos lo asaltan. Se avergüenza de haberse comportado así ante su mujer, ante su hijo, ante Amfisa Ivanova, y hasta teme acordarse de la escena acaecida poco antes. Pero tiene demasiado amor propio y le falta valor para mostrarse sincero, limitándose a refunfuñar.
Al despertar, al día siguiente, se siente muy bien y de buen humor; se lava silbando alegremente. Al entrar en el comedor para desayunarse ve a Fedia, que se levanta y mira a su padre con recelo.
—¿Qué tal, joven? —pregunta Gilin, sentándose—. ¿Qué novedades hay, joven? ¿Todo anda bien?... Ven, chiquitín, besa a tu padre.
Fedia, pálido, serio, se acerca y pone sus labios en la mejilla de su padre. Luego retrocede y torna silencioso a su sitio.

lunes, 5 de marzo de 2012

Preguntas para marzo: la familia



Hola a todos: 

Sin pensarlo mucho, propusimos desde diciembre a la familia como tema para marzo. Curiosamente, ayer domingo fue el "Día de la Familia". 

Pero nuestro objetivo va más allá de las efemérides. Por eso les planteamos las preguntas de este mes para que escriban, comenten, compartan:

La familia

  • ¿Cómo es mi relación con mis familiares?
  • ¿Los conozco realmente?
  • ¿Qué tanto le debo a mis padres por ser como soy?
  • ¿Cuánto tiempo dedico a convivir realmente con mi familia?
  • ¿Cómo es mi relación con mis hijos?
  • ¿Familia real o familia elegida?
  • ¿Qué onda con la adopción?

¿Qué es la felicidad?

Para responder a la pregunta «¿qué es la felicidad?» (planteada en el mes de enero) les comparto un cuento de Clarice Lispector que creo que responde bien a esa cuestión, y más que poner la felicidad en palabras, la invoca.

Felicidad clandestina
Clarice Lispector

Ella era gorda, baja, pecosa y de pelo excesivamente crespo, medio amarillento. Tenía un busto enorme, mientras que todas nosotras todavía éramos chatas. Como si no fuese suficiente, por encima del pecho se llenaba de caramelos los dos bolsillos de la blusa. Pero poseía lo que a cualquier niña devoradora de historietas le habría gustado tener: un padre dueño de una librería.

No lo aprovechaba mucho. Y nosotras todavía menos: incluso para los cumpleaños, en vez de un librito barato por lo menos, nos entregaba una postal de la tienda del padre. Encima siempre era un paisaje de Recife, la ciudad donde vivíamos, con sus puentes más que vistos.

Detrás escribía con letra elaboradísima palabras como "fecha natalicio" y "recuerdos".

Pero qué talento tenía para la crueldad. Mientras haciendo barullo chupaba caramelos, toda ella era pura venganza. Cómo nos debía odiar esa niña a nosotras, que éramos imperdonablemente monas, altas, de cabello libre. Conmigo ejerció su sadismo con una serena ferocidad. En mi ansiedad por leer, yo no me daba cuenta de las humillaciones que me imponía: seguía pidiéndole prestados los libros que a ella no le interesaban.
Hasta que le llegó el día magno de empezar a infligirme una tortura china. Como al pasar, me informó que tenía El reinado de Naricita, de Monteiro Lobato.

Era un libro gordo, válgame Dios, era un libro para quedarse a vivir con él, para comer, para dormir con él. Y totalmente por encima de mis posibilidades. Me dijo que si al día siguiente pasaba por la casa de ella me lo prestaría.

Hasta el día siguiente, de alegría, yo estuve transformada en la misma esperanza: no vivía, flotaba lentamente en un mar suave, las olas me transportaban de un lado a otro.

Literalmente corriendo, al día siguiente fui a su casa. No vivía en un apartamento, como yo, sino en una casa. No me hizo pasar. Con la mirada fija en la mía, me dijo que le había prestado el libro a otra niña y que volviera a buscarlo al día siguiente. Boquiabierta, yo me fui despacio, pero al poco rato la esperanza había vuelto a apoderarse de mí por completo y ya caminaba por la calle a saltos, que era mi manera extraña de caminar por las calles de Recife. Esa vez no me caí: me guiaba la promesa del libro, llegaría el día siguiente, los siguientes serían después mi vida entera, me esperaba el amor por el mundo, y no me caí una sola vez.

Pero las cosas no fueron tan sencillas. El plan secreto de la hija del dueño de la librería era sereno y diabólico. Al día siguiente allí estaba yo en la puerta de su casa, con una sonrisa y el corazón palpitante. Todo para oír la tranquila respuesta: que el libro no se hallaba aún en su poder, que volviese al día siguiente. Poco me imaginaba yo que más tarde, en el curso de la vida, el drama del "día siguiente" iba a repetirse para mi corazón palpitante otras veces como aquélla.

Y así seguimos. ¿Cuánto tiempo? Yo iba a su casa todos los días, sin faltar ni uno. A veces ella decía: Pues el libro estuvo conmigo ayer por la tarde, pero como tú no has venido hasta esta mañana se lo presté a otra niña. Y yo, que era propensa a las ojeras, sentía cómo las ojeras se ahondaban bajo mis ojos sorprendidos.

Hasta que un día, cuando yo estaba en la puerta de la casa de ella oyendo silenciosa, humildemente, su negativa, apareció la madre. Debía de extrañarle la presencia muda y cotidiana de esa niña en la puerta de su casa. Nos pidió explicaciones a las dos. Hubo una confusión silenciosa, entrecortado de palabras poco aclaratorias. A la señora le resultaba cada vez más extraño el hecho de no entender. Hasta que, madre buena, entendió al fin. Se volvió hacia la hija y con enorme sorpresa exclamó: ¡Pero si ese libro no ha salido nunca de casa y tú ni siquiera querías leerlo!

Y lo peor para la mujer no era el descubrimiento de lo que pasaba. Debía de ser el horrorizado descubrimiento de la hija que tenía. Nos espiaba en silencio: la potencia de perversidad de su hija desconocida, la niña rubia de pie ante la puerta, exhausta, al viento de las calles de Recife. Fue entonces cuando, recobrándose al fin, firme y serena, le ordenó a su hija:

—Vas a prestar ahora mismo ese libro.

Y a mí:

—Y tú te quedas con el libro todo el tiempo que quieras. ¿Entendido?

Eso era más valioso que si me hubiesen regalado el libro: "el tiempo que quieras" es todo lo que una persona, grande o pequeña, puede tener la osadía de querer.

¿Cómo contar lo que siguió? Yo estaba atontada y fue así como recibí el libro en la mano. Creo que no dije nada. Cogí el libro. No, no partí saltando como siempre. Me fui caminando muy despacio. Sé que sostenía el grueso libro con las dos manos, apretándolo contra el pecho. Poco importa también cuánto tardé en llegar a casa. Tenía el pecho caliente, el corazón pensativo.

Al llegar a casa no empecé a leer. Simulaba que no lo tenía, únicamente para sentir después el sobresalto de tenerlo. Horas más tarde lo abrí, leí unas líneas maravillosas, volví a cerrarlo, me fui a pasear por la casa, lo postergué más aún yendo a comer pan con mantequilla, fingí no saber dónde había guardado el libro, lo encontraba, lo abría por unos instantes. Creaba los obstáculos más falsos para esa cosa clandestina que era la felicidad. Para mí la felicidad siempre habría de ser clandestina. Era como si yo lo presintiera. ¡Cuánto me demoré! Vivía en el aire... había en mí orgullo y pudor. Yo era una reina delicada.

A veces me sentaba en la hamaca para balancearme con el libro abierto en el regazo, sin tocarlo, en un éxtasis purísimo. No era más una niña con un libro: era una mujer con su amante.

viernes, 2 de marzo de 2012

La tentación maquiavélica

Excelente artículo sobre el poder de nuestros hábitos y cómo estos dictan nuestras acciones aun más que nuestra voluntad o nuestro deseo (está en inglés, sorry).

The Machiavellian Temptation

By David Brooks

Tomado de The New York Times.

In the 19th century, there was a hydraulic model of how to be a good person. There are all these torrents of passion flowing through you. Your job, as captain of your soul, is to erect dams to keep these passions in check. Your job is to just say no to sloth, lust, greed, drug use and the other sins.

Sermons could really help. They could help you identify sin. Preachers could exhort you to exercise the willpower you need to ward off temptation.

These days that model is out of fashion. You usually can’t change your behavior by simply resolving to do something. If that were true, New Year’s resolutions would actually work. Knowing what to do is not the same as being able to do it. If that were true, people would find it easier to lose weight.

Your willpower is not like a dam that can block the torrent of self-indulgence. It’s more like a muscle, which tires easily. Moreover, you’re a social being. If everybody around you is overeating, you’ll probably do so, too.

The 19th-century character model was based on an expansive understanding of free will. Today, we know that free will is bounded. People can change their lives, but ordering change is not simple because many things, even within ourselves, are beyond our direct control.

Much of our behavior, for example, is guided by unconscious habits. There’s been a lot of research over the past several years about how our habits shape us, and this work is beautifully described in the new book “The Power of Habit,” by Charles Duhigg, a reporter at The Times.

Researchers at Duke University calculated that more than 40 percent of the actions we take are governed by habit, not actual decisions. These can range from what products you buy in the grocery store to when you want sex. Habits are ingrained so deep in the brain that a patient with brain damage sitting in his living room can’t tell you where the kitchen is, but if he is hungry, he can get a jar of peanut butter out of the pantry.

Researchers have come to understand the structure of habits — cue, routine, reward. Duhigg’s book is about people who have learned to instill habits in other people or replace bad habits with good habits.

For example, in the early 1900s, only 7 percent of Americans owned toothpaste. But Claude Hopkins, who was trying to sell Pepsodent, learned that a harmless film naturally coats teeth. In ads, he told people they needed to get rid of the film if they want to have a lovely smile. The film served as a cue for tooth-brushing. A decade after Hopkins’s ads, 65 percent of Americans owned toothpaste, which was good for oral hygiene, but not for removing film (toothpaste doesn’t actually remove it).

You can change the habits of your employees. The football coach Tony Dungy instituted a series of practice drills so that, during a play, each player would look for a specific cue and then react automatically by rote. This way he didn’t have to pause and think. Starbucks instills a series of routines that baristas can use in moments of stress, say if a customer starts screaming at them.

You can change your own personal habits. If you leave running shorts on the floor at night, that’ll be a cue to go run in the morning. Don’t try to ignore your afternoon snack craving. Every time you feel the cue for a snack, insert another routine. Take a walk.

This research implies a different character model. If the 19th-century model implied a moralistic captain steering the ship of the soul, the new character model implies a crafty Machiavellian, deftly manipulating the neural networks inside.

To be an effective person, you are supposed to coolly appraise your own unconscious habits, and the habits of those under your care. You are supposed to devise oblique strategies to alter the triggers and routines. Every relationship becomes slightly manipulative, including your relationship with yourself. You’re marketing to yourself, trying to arouse certain responses by implanting certain cues.

This is sort of disturbing. I’d just emphasize something that peeps in and out of Duhigg’s book but that is often lost in the larger advice culture. The important habitual neural networks are not formed by mere routine, nor can they be reversed by clever triggers. They are burned in by emotion and fortified by strong yearnings, like the yearnings for admiration and righteousness.

If you think you can change your life in a prudential way, the way an advertiser can get you to buy an air freshener, you’re probably wrong.

As the Victorians understood (and the folks at Alcoholics Anonymous understand), if you want to change your life, don’t just look for a clever trigger. Commit to some larger global belief.

viernes, 24 de febrero de 2012

Falso, que baste recortar calorías para bajar de peso: científicos



  • El efecto de reducir las unidades de energía desaparece a los tres años, más o menos, señalan
  • Una nueva evaluación muestra que deshacerse de las grasas es dos veces más difícil de lo que se creía
  • Contra la noción popular, la gente más pesada tiene un metabolismo más rápido, dicen
por Steve Connor/The Independent
Periódico La Jornada
Viernes 24 de febrero de 2012, p. 2

Vancouver. Malas noticias para quienes quieren bajar de peso. Una nueva evaluación de la manera en que responde el organismo a las dietas muestra que deshacerse de las grasas es dos veces más difícil de lo que se pensaba.

Los cálculos también derriban el mito de que reducir calorías llevará a una baja continua de peso. De hecho, el efecto de reducir la ingestión de calorías desaparece a los tres años, más o menos, señalan científicos.


Expertos en obesidad habían sugerido anteriormente que reducir 100 kilocalorías por día en la dieta durante seis meses llevaría a bajar unos 2.5 kilos. Pero resulta que en realidad se necesita probablemente un año para bajar esos kilos, y cualquier reducción adicional se detendrá en algún punto pasados tres años, en vez de continuar siempre al mismo ritmo.


Las personas han seguido durante años esa fórmula para bajar de peso, y ahora resulta que es por completo errónea, señaló Kevin Hall, especialista en modelos matemáticos del Instituto Nacional de Diabetes y Enfermedades del Riñón de Estados Unidos, ubicado en Maryland. La razón de que sea errónea es que no considera los cambios metabólicos que ocurren cuando las personas cambian su dieta. Si se reducen las calorías, el metabolismo se vuelve más lento a medida que se pierde más peso, hasta llegar a un punto de estabilidad.


Un error popular es que las personas obesas o con sobrepeso tienen un metabolismo más lento, lo cual significaría que no queman calorías tan aprisa como las delgadas. En realidad, mientras más gorda es una persona, más alto es probablemente su metabolismo, apuntó el doctor Hall ante la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia, que realiza una reunión en esta ciudad de Canadá.


“A diferencia de la noción popular de que las personas más pesadas tienen un metabolismo más lento, mientras más peso se tiene más calorías se queman –sostuvo–. Mientras más de esa masa sea tejido magro, no adiposo, aún más calorías se queman… y las personas obesas tienden a tener masa elevada tanto de tejido adiposo como de tejido magro.”


Científicos estadunidenses han usado esta nueva evaluación para construir un modelo matemático de la forma en que el organismo humano responde a las variaciones en la absorción de energía a través de los alimentos.


El modelo permite a las personas acudir a un sitio web para calcular, con base en su edad, sexo y peso corporal, cuántas calorías necesitan reducir de su dieta para alcanzar cierta meta de reducción de peso.


“Con el viejo sistema, alguien que reduce 100 calorías diarias podría esperar bajar 2.5 kilos en seis meses –explicó el doctor Hall–. Con el nuevo método, le llevaría un año bajar esos 2.5 kilos. La fórmula es reducir 10 kilocalorías diarias de la dieta por cada medio kilo que se quiera bajar.”


El doctor Hall comentó que dar a las personas expectativas poco realistas sobre la facilidad con que bajarán de peso puede resultar desalentador si el consejo resulta erróneo.


© The Independent


Traducción: Jorge Anaya

miércoles, 15 de febrero de 2012

La fuente de la eterna juventud

LEVÁNTATE Y ANDA
«La muerte es la gran llamada del despertador; el inevitable mandato y la que hace posible que nos sintamos iluminados ayudándonos en el crecimiento de nuestra alma. Esta es la razón por la cual Platón, cuando discípulos al borde de la muerte le pidieron una última palabra de consejo él les respondió: “Practiquen el morir”».
Escritor Ram Dass
Levántate y anda…
Una historia fantástica
Hace muchos años, cuando el presidente de la Unión Soviética era el Sr. Mikhail Sergeyevich Gorbachev, la situación y la temperatura en el país –o debería decir países– era completamente de apertura política y occidentalización a marchas forzadas.
Dicha apertura llenaba cada espacio posible de los ámbitos económicos y, por supuesto, sociales de los países comunistas.
Él, en un ansia aperturista basada en su famosa Glasnost, empezó una reestructuración de todo el sistema de estado y de gobierno que hoy ya es historia y que vendría a cambiar la forma en que los rusos vivían en aquellos tiempos, hace ya mas de veinte años.
Sin embargo hay un pedazo de esa historia relacionado con el Sr. Gorbachev –más bien anécdota, diría yo– que aún hoy permanece oculto y desconocido para muchos; la cosa fue así...
Resulta que el Sr. Gorbachev, aconsejado por sus ministros y asesores, empezó una campaña personal y discreta para extraer del Kremlin a Stalin –donde éste se encontraba, desde hacía lustros, tranquilamente enterrado– y exportar sus restos fuera de los muros hacia otro país aliado y remoto, siendo la razón principal de esta acción el muy conocido hecho de que este personaje representaba todo aquello que la Unión Soviética ya no representaba ante el mundo, y una desgracia que manchaba el historial del comunismo pues lo ponía a la par del fascismo y del recuerdo nefasto de su participación en la Segunda Guerra Mundial, mucho peso para esta noble nación en el Báltico.
Así las cosas y sin pérdida de tiempo, el Sr. Gorbachev –en persona– decidió llamar a su amigo Ronald Reagan para solicitarle el favor (él ya había respondido a la iniciativa de Reagan de tirar el muro de Berlín y colaborado haciéndolo) de enterrar a Stalin en Norteamérica –dada la bastedad de territorio mal comprado a la misma Rusia, a Francia y a México–, a lo que el Sr. Reagan contestó:
Por mí no hay problema, Sr. Presidente pero, justo en este momento, me encuentro en las primarias para la reelección de mi partido y mis correligionarios republicanos no verían con buenos ojos esta acción.
El Sr. Gorbachev no se vio en lo absoluto desanimado y pensó en moverse más hacia la izquierda del espectro geopolítico y llamó a su también amigo François Maurice Adrien Marie Mitterrand, el cual contestó:
Por mí no hay inconveniente, sin embargo, Micha, recordarás el chovinismo de mis compatriotas galos y me temo que éstos muy probablemente se irritarían, y una manifestación popular no me vendría bien en este momento justo a la mitad de mi corto período de gobierno de sólo catorce años.
Un poco más preocupado que al inicio por no ver coronadas sus expectativas, el Sr. Gorbachev decidió hacer una última llamada, ahora al "centro" (no a la izquierda ni a la derecha) del espectro geopolítico mundial y marcó el número de su homóloga Golda Meir, primera ministra de Israel en aquel entonces, la cual inmediatamente le dijo:
Micha, ¡por supuesto! y con todo gusto, cualquier cosa por un aliado como tú, nos sobra desierto por doquier; sin embargo, debo recordarte algo que debes de considerar muy seriamente.
¿Qué? –contestó presto el Sr. Gorbachev.
Pues que Israel tiene el récord más alto de resurrecciones del planeta, esto es, dos –contestó la Sra Meir.
Y ahora que estamos hablando de resurrecciones...
Levántate y anda
Hace 2000 años Cristo se acercó a la aún fresca tumba de Lázaro por petición de las hermanas de éste a fin de hacer el milagro del siglo, el milagro de la vida misma. Cristo iba a llevar al cabo ante todas aquellas personas reunidas el milagro de regresar la vida a alguien.
El texto de la Biblia dice así...
Jesús de Nazaret era amigo de Lázaro y de sus hermanas. La muerte del amigo también se hizo sentir en su corazón con un eco particular. Cuando llegó a Betania, cuando oyó el llanto de las hermanas y de otras personas encariñadas con el difunto, Jesús “sollozó muy conmovido” y con esta disposición interior preguntó: “¿Dónde lo habéis enterrado?”.
Jesús de Nazaret se detuvo junto al sepulcro de su amigo Lázaro y dijo: “¡Lázaro levántate y anda!”. Con estas palabras llenas de poder, Jesús lo resucitó a la vida y lo hizo salir de la tumba.
Inicio de este año que comienza
Con las palabras de Cristo a Lázaro quiero YO empezar el año y les invito a hacer lo mismo. ¿A qué?, me dirán algunos de ustedes... ¡Claro que no les invito a resucitar a nadie! Solamente a resucitar el cuerpo propio siguiendo esta misma frase:
A partir de este año que comienza...
Levántate y anda por la mañana por lo menos unos tres kilómetros.
Levántate y anda por la escalera en vez de por el elevador, ya sea en las oficinas, tu casa o algún centro comercial que tenga escalera eléctrica.
Levántate y anda a los compromisos cercanos que no impliquen distancias mayores a tres ó cuatro kilómetros.
Levántate y anda por la tarde o noche en el parque o por las calles de tu colonia, barrio o comunidad.
Levántate y anda al supermercado, tiendita o establecimiento de servicio como puede ser la tintorería o la farmacia.
Levántate y anda o corre por tu salud...
Con este precepto casi bíblico, te dejo la reflexión de este escrito, de esta serie "Las Profecías que “Nos Tragamus"

miércoles, 8 de febrero de 2012

Los otros

Dado que soy yo porque no soy otros, decidí hacer un pequeño sondeo entre esos otros que no son yo, quizá para entender su otredad. Las preguntas en cuestión son las siguientes:

1. ¿Qué es ser? 

2. ¿Eres quien quieres ser?

Y he aquí las respuestas que muy amablemente me hicieron llegar (todas bajo seudónimo):

Na
1. ¡No tengo ni idea! 
2. Todavía no.

Rateta
1. La existencia individual.
2. En un 80% sí. Cada día descubres cosas nuevas que quieres ser, y su salida al exterior lleva su tiempo. Ser quien quieres ser es una actividad diaria. Un ejercicio constante.

Lika
1. Ser es estar sin miedos.
2. Sí, y cada vez más.

Margarita
1. El ser es el fragmento inmortal de cada persona.
2. Soy quien quiero ser, y simplemente soy feliz. La felicidad no acaba.

M. del Valle
1. Para mí ser es el legado que quiero dejar, la huella física y la etérea que se deja en cada persona. El ser está muy ligado al hacer, qué hago de mí como humano y cómo mi vida afecta positiva o negativamente a mi entorno. Ser bueno, ser malo, eso sólo se mide por los valores de la sociedad, el "ser" va en esa pequeña gota de mí que cala en la vida del otro, va también más allá del ser alto, o bajo, o gordo, "ser" es toda el alma que intenta salir de ti a través de tus acciones, a través de tus palabras. Se es cuando se sabe que se ha dado todo de sí mismo, pero también se es cuando el entorno te reconoce esa acción. Soy mi peor juez, me exijo hasta volverme loca, quiero ser más de lo que soy, es por esto que necesito ser vista por otros ojos, ser juzgada por otros jueces. El "ser" se ve antes de que te pidan, si es así has sido un X, lo que el otro haya necesitado, en el momento en que te han de pedir ya no eres un X simplemente te conviertes en un X cualquiera porque no ha nacido de ti, te han tenido pedir que seas. Soy un ser perfectamente incompleto que da pero a quien también hay que pedir.
2. No lo soy, y no sé cómo serlo. Quiero ser alguien especial y tocar muchas vidas, ser un referente, pero no tengo ni hijos ni amigos que me tomen como tal, para el resto del mundo no dejo huella por mi forma de ser introvertida. Quiero ser algo que no puedo ser.

Samar
1. Es ser auténtico en todo, emprendedor, sin falsas caras, sin conjeturas, ser uno mismo.
2. Soy quien quiero ser.

Sandalio
1. Ser es vivir, respirar, la existencia misma. Ser es poder diferenciarse de todo lo demás.
2. No soy quien quiero ser, quizá por eso siga existiendo, luchando, sufriendo y gozando. Cuando sea quien quiero ser igual me aburro.

Albricias
1. Es todo aquello que te envuelve y de lo que eres partícipe, tanto activamente como a través de todas esas personas que se empeñan en mantener un lazo contigo.
2. No he sido lo que no quiero ser, eso sí lo tengo muy claro. Nunca he sabido a ciencia cierta qué aspectos que no conozco de mí son realmente los que me gustan, por lo que tampoco he podido plantarme y afirmar categóricamente que ya he llegado dónde quería.

Azares
1. Ser es tiempo y sustancia; infinitivo para definir todo lo opuesto a la nada.
2. Sí, reflejo de las decisiones tomadas, basadas en lo que quiero y en lo que soy.

TyM
1. Ser es significar algo para alguien, lo que sea, pero significar. Bueno o malo, triste o alegre, lindo o feo, lo que sea. Y cuando “sos” desde lo más profundo del alma, con el corazón al aire y sin reparos, para alguien, y ese alguien es tu ser también: perfecto, porque todo se completa.
2. Trato de ser, todos los días… un día sin ser nada para nadie es un día muy, muy pobre.

Margot Tsviet
1. La idea de ser puede estar ligada a la identidad de uno o a la diferencia con otro. Sin embargo, nada hay de más conmovedor y transparente que el gerundio del ser: "estar siendo". Mientras todas las instituciones exigen un ser preciso y de perfil nítido, el "estar siendo" es el modo de confirmar lo finito y lo contingente del alma humana.
2. Generalmente no coincido conmigo mismo. A veces me encuentro y otras me pierdo. El problema está en que si bien es cierto que "soy", no sé muy bien "quien quiero ser".

Espacio y tiempo
1. El ser es el estado de conocimiento de la existencia propia, al ubicarse en un espacio y tiempo, y a su vez se encasilla al ser en adjetivos (hijo, negro, mujer, alto, etc.).
2. No, al tener conciencia de la existencia y más aún al clasificar al ser, se limita la existencia, situación que genera en mí el descontento entre el ser y el querer ser. Siempre existirá la necesidad de querer ser más o ser otra cosa. Afortunado aquel que ha sabido encaminar su pensamiento y la percepción que tiene sobre sí mismo para sentirse satisfecho a plenitud con lo que es.

Cuccko
1. No sé muy bien que es ser, la verdad. Supongo que en este momento lo relaciono bastante con el hecho de sentir. Creo que cuanto más carne pongo en el asador, sintiendo, más "me hago", como si la vida no se acumulara sola, sólo por el hecho de pasar...
2. A veces creo que sí, pero "el ser" que de momento he elegido es solitario, va contracorriente y por un estúpido complejo de inferioridad parece que tiene que estar justificándose a cada rato. Otras veces, me gustaría "ser más", "ser mejor", para otros fundamentalmente. Pero por lo general, tengo las paces bastante hechas con la persona que soy, y que no deja de crecer.

Zorroestepario
1. Ser es simplemente existir en el lugar incorrecto.
2. Por supuesto que no.

Blue Prince
1. Ser: pasajero que sube al tren de la existencia en la estación Conciencia y baja en la estación Actitud.
2. Como todo ser humano cuando estoy feliz la pregunta tiene respuesta instantánea y obvia, y cuando estoy en el abismo de la frustración la envidia tiende la mano; pero como en la entrada del mundo adulto está un letrero de letras mínimas que dice: «No se puede ser otro, sino a lo mucho como otro», se disipa el dilema.

África María Lassa
1. El ser es una trilogía imperfecta de pensamiento, sentimiento y acción. Es camaléonica y en la inconsciencia es inestable. El motor de nuestra esencia es "el pensamiento" y donde reside el poder de modificarnos.
2. A diario hago malabarismos con "mi trilogía" aunque imperfecta, soy quien quiero ser cuando toco la realidad.

Esa soy
1. El ser el que es sin estar, el que ve sin mirar, el que escucha en su silencio los ecos de otros seres que son.
2. No sé quién soy, pero soy.

Nextlife
1. Ser es energía continuamente fluyendo.
2. A pesar de todo y todos (incluida yo), sí.

Corazón vagabundo
1. Es el reflejo en el espejo y la luz intensa que tienen los ojos que ves en ese espejo. Es el alma que te hace único y que nadie comprende tan exactamente como tú mismo.
2. No, sinceramente quisiera ser otro, más exitoso, menos conflictivo, más amoroso y más productivo.

Kerepa
1. Existir.
2. Sí, aunque cada día aprendo a ser lo que realmente quiero ser.

Águila
1. Es la esencia, la existencia de lo que siento y pienso, y cómo transfiero esto al mundo exterior.
2. En el camino a serlo: cada día me acerco y me alejo de quien quiero ser. Cuando sigo mis deseos, siempre perdurables en el tiempo, esculpo la obra deseada de mi vida. El deseo es el motor que te acerca; el juego se confunde cuando el apetito —variable y caprichoso— aparece; es tan variable que puede detener y confundir esa obra hasta que reflexionas y dejas que el córtex entre en acción. Ese deseo es el que permitirá encauzar la construcción de quien quieres ser.

General Moragues
1. Parecido al estar pero permanente, o sea, ser es siempre estar.
2. Me parezco al que quiero ser, pero siempre acabo siendo alguien parecido a quien quiero ser.

Yasodara O'connor
1. Ser es soñar.
2. No soy quien quiero ser porque me despierto.

Pachito
1. Para mí es la percepción que tenemos de lo que representamos en un contexto y tiempo determinados. Mi visión es bastante metafísica.
2. A veces sí y a veces no: no creo que tenga opción. Si partimos de la definición que hago del ser, pues es bastante derrotista, o incluso optimista. La vida nos da la posibilidad de ser lo que queremos ser en diferentes momentos.

Pichus
1. Ser es estar. Es transitar y evolucionar. Ser es querer y quererse. Ser es llegar. Es aprender sin aprehenderse. Ser es crear y dar, generar y multiplicar. Ser es paz y luz. Ser es blanco y bondad.
2. Soy quien puedo ser. Soy en constante búsqueda. Abierta para recibir y dispuesta a compartir. Soy en pausa para reflexionar, y en silencio para respirar. Soy agradecida con mis miedos y me fortalece creer.

Lisbeth S.
1. Vida, existir.
2. No. A pesar de que existo y estoy viva, que es lo mas importante, siento que no soy quien quisiera ser.


Viviendo, soy
1. Eso que nos sucede queramos o no, con consciencia de que sucede o sin ella. La diferencia, supongo, está justamente en la menor o mayor consciencia que tengamos de lo que somos y de por qué es así. También una piedra es piedra, pero no creo que lo sepa.
2. Hace un rato pensaba que no soy lo que quise ser algún día y que ya no tendré oportunidad de serlo, al menos en esta vida. Sin embargo soy en muchos sentidos lo que hoy quiero ser, y seguramente lo que antes buscaba, hoy me importa menos. Además tengo muchas metas a nivel ser en las que trabajo cada día y, a plena consciencia, me acerco poco a poco. Sí estoy en el camino correcto, siento que ya soy lo que quiero ser hoy.

Zsoo Zsoo
1. Ser para mi es la capacidad de auto definirse de conocerte a ti mismo es muy simple lo increíble es que haya personas que no sepan quien son.
2. Me gusta lo que soy por dentro y por fuera no me cambiaría por nada ni nadie , aunque si me gustaría que otros cambiasen.


Pilita
1. Dependiendo del día, la hora y el momento es todo lo que te define y diferencia de los demás, por ejemplo, hoy soy feliz, quién sabe dentro de unas horas.
2. A veces.

Merak
1. Ser es vivir en plenitud.
2. Por momentos. La vida no es todo, ni sustancialmente ni temporalmente. Tiene parcelas, matices y estos varían a lo largo del tiempo, evolucionan, involucionan. Hay momentos en los que sí soy quien quiero ser en algunas facetas de mi vida, en otras no. Pero ni unas ni otras son realidades o estados absolutos y varían, a veces, de un día para otro.

Víctor
1- El ser es algo variable, inalcanzable. Es aquello en que queremos convertirnos, aquello a que aspiramos ser. Nunca se es definitivamente. Ser es querer ser algo más. El ser no es estático, el ser es evolución. 
2- Soy quien quiero ser en la medida en que ahora mismo soy quien quiero ser, o sea, alguien que quiere ser otra cosa, otra persona, otro ser que deseará ser otro ser.

Cras
1. Entiendo "ser" como una condición de estar en el mundo. Es la suma de condiciones y características que nos ubican en el espacio y el tiempo y con respecto a otras cosas en el mundo.

2. Soy quien puedo ser porque no todo mi ser depende de mí y mis decisiones. Si preguntamos si he controlado hasta donde he podido las condiciones que dependen de mí, creo que sí. Soy quien quiero ser hasta donde soy sin imponerme a los demás.